Condenados a la obsolescencia


Imagina un mundo donde tu teléfono inteligente, apenas sacado de la caja, ya tiene fecha de caducidad. Suena como una película de ciencia ficción, pero la realidad es que la obsolescencia programada está más presente en nuestras vidas de lo que creemos.

Por Andrea Zenteno - 25/Octubre/24

Desde los smartphones hasta los electrodomésticos, los productos están diseñados para fallar prematuramente, impulsándonos a un ciclo de consumo constante.

En este artículo, exploraremos las implicaciones de la obsolescencia programada, sus efectos en el medio ambiente y en nuestra economía, y cómo podemos tomar decisiones más conscientes como consumidores.

La obsolescencia programada es una estrategia empresarial que consiste en diseñar productos con una vida útil intencionalmente corta. En otras palabras, los productos son creados para fallar o volverse obsoletos después de un cierto tiempo, con el objetivo de incentivar a los consumidores a adquirir nuevos modelos. Esta práctica, aunque no siempre explícita, está presente en muchos de los productos que utilizamos a diario.

El primer ejemplo lo tenemos con los smartphones, cuyos sistemas operativos dejan de recibir actualizaciones, además de que sus baterías que se degradan rápidamente o sus componentes se vuelven frágiles con el tiempo. También podemos notarlo en electrodomésticos como las lavadoras que dejan de centrifugar correctamente, en los televisores con paneles que se queman o computadoras que se vuelven lentas debido a software obsoleto. En el caso de las impresoras, los cartuchos de tinta se agotan rápidamente o el software bloquea el uso de cartuchos de terceros.

En estos ejemplos mencionamos algunas de las estrategias que se utilizan para acortar la vida útil de sus productos, pero ahondando un poco más veamos qué otras estrategias son utilizadas:

● Software obsoleto: Las actualizaciones de software pueden dejar de ser compatibles con versiones anteriores, obligando a los usuarios a adquirir nuevos dispositivos.

● Falta de repuestos: Dificultar o encarecer la obtención de piezas de repuesto para reparar productos averiados.

● Diseño deficiente: Utilizar materiales de baja calidad o ensamblajes frágiles para garantizar un fallo prematuro.

● Planificación de la obsolescencia: Establecer un ciclo de vida específico para un producto, más allá del cual no habrá soporte técnico ni repuestos disponibles.

A primera instancia podría parecer que esto no tiene mucha importancia, no es tan grave, sin embargo la obsolescencia programada nos impulsa a un ciclo de consumo constante que trae consigo muchas consecuencias, algunas no tan perceptibles hasta que reflexionamos sobre ello.

Por ejemplo, esta práctica provoca una generación excesiva de basura tecnológica, que contiene sustancias tóxicas y dificulta el reciclaje, además hay una extracción constante de materias primas para fabricar nuevos productos, que a su vez generan emisiones contaminantes.

Por la parte económica podemos destacar que los consumidores se ven obligados a gastar dinero en productos nuevos con mayor frecuencia, provocando gastos innecesarios y una dependencia hacia las grandes corporaciones.

Por otra parte, fomenta una sociedad que valora más la novedad que la durabilidad, promueve un estilo de vida de consumismo excesivo basado en la adquisición constante de bienes materiales, la cual termina trayendo ansiedad en las personas, ya que genera una sensación de insatisfacción permanente y la necesidad de estar siempre al día con las últimas tendencias.

Nuestro deber como clientes es estar enterados sobre todo lo que tenga que ver con el producto, su fabricación y la empresa que lo crea y distribuye, para poder hacer una compra consciente.

Para ello recomendamos que primeramente identifiquen su producto y busquen sobre su durabilidad, leer reseñas y comparar diferentes marcas. También consideren antes de realizar una compra, las alternativas con las que cuentan, por ejemplo, qué tan plausible es el reparar sus dispositivos, o considerar comprar productos de segunda mano, elegir marcas comprometidas con la sostenibilidad y participar en iniciativas de economía circular.

Recuerden que nuestras decisiones de compra sí tienen un poder, pues estas influyen en las prácticas de las empresas. Si elegimos productos duraderos y sostenibles, estaremos enviándoles un mensaje claro al mercado.

Al realizar nuestras compras de manera consciente estaremos construyendo un futuro más sostenible, donde las leyes obliguen a las empresas a garantizar la reparabilidad de sus productos y a extender su vida útil, lo cuál además hará que se adopten modelos de negocio basados en la economía circular, y que se fomente una cultura de consumo responsable, enseñando a las personas a valorar los productos y a repararlos en lugar de reemplazarlos.